martes, 9 de junio de 2015

Grandes mujeres, grandes santas


La historia de la iglesia católica cuenta con un impresionante repertorio de grandes mujeres.  Mujeres que vivieron vida ejemplares, vidas de santidad, aunque no todas estén en los altares. Y sin embargo no todas son bien conocidas. Hasta no hace muchos años yo creía que la mayoría de las santas eran monjas. Craso error. Las hay de todos los tipos. Resulta sorprendente ir descubriendo, en esa tan denostada historia de la Iglesia Católica, en la que se recalcan más sus sombras que sus luces, la cantidad de mujeres cuya ejemplar vida fue reconocida, unas han sido elevada a los altares, otras están en proceso, y otras a la espera. Las vidas de unas y otras no sólo me resultan ejemplares, sino también fascinantes. Cierto que durante siglos ni la Iglesia, ni tampoco la sociedad permitieron muchas opciones de organizarse a las mujeres que no fuera dentro del claustro conventual o de la familia de sangre, pero aun así muchísimas mujeres supieron vivir sus circunstancias históricas y hacer todo aquello que el Espíritu Santo insufló en su mente, en su alma, en su corazón en todo su ser. Vivir la plenitud de amor en Jesucristo, volcando toda su capacidad de amar en el servicio a los demás, en la donación de si mismas. Y fueron transformando la historia a niveles que muy pocos conocen.
   Todas las vidas de los santos nos sirven de modelo en nuestra vida cristiana, pero yo quisiera centrarme en esas grandes mujeres que fueron las santas ¿Por qué? Porque me ha fascinado descubrir que hay muchísimas más santas de las que imaginaba, que no todas fueron monjas y buenísimas desde su infancia, sino solteras, casadas, viudas, incluso vivieron relaciones ilícitas, cultas e ignorantes, aristócratas y campesinas, pero todas ellas conocieron la misericordia de Dios, todas ellas vivieron el ardiente amor por Jesucristo, todas ellas ardieron en la hoguera del amor trinitario, todas desarrollaron una gran actividad en su tiempo, todas ellas me sirven como modelo de vida en este siglo XXI. Es más, creo que podría animar a tantas mujeres creyentes o no que pueden encontrarse enfermas, abandonadas, desanimadas o solas por cualquier razón. Además, muchas de esas grandes mujeres han contribuido de forma específica, aunque nadie reclame su contribución, al proceso de liberación de la mujer. Liberación que pasaba por formarse, por aprender a leer y a escribir. ¡Cuantas mujeres católicas pusieron sus bienes, sus carismas, su fortuna para crear centros de acogida y formación de mujeres jóvenes!¡Impresionante! Un verdadero elenco para que cualquier mujer católica pueda presumir de tener muchas heroínas de referencia en el proceso de liberación de la mujer. 
      Y como mujer ¿qué me llama la atención de esas vidas de mujeres santas? Pues que lograron lo que es el sueño de cualquier mujer -que no haya renegado de su condición- “vivir un sueño de amor eterno”. Un día que preparaba una catequesis sobre el sacramento del bautismo me sorprendió gratamente, una homilía del papa Benedicto XVI cuando decía que la vida eterna es la vida buena, la verdadera vida, la felicidad también en un futuro aún desconocido pero que comienza aquí en compañía de la familia de Dios, y es eterna, porque es comunión con Aquel que ha vencido la muerte, que tiene en sus manos las llaves de la vida, que es vida y da amor eterno más allá de la muerte. Y si podemos decir que una vida sin amor no es vida, podemos decir que esta compañía con Aquel que es vida realmente, responderá a nuestras expectativas, a nuestra esperanzas(1). Esas grandes mujeres descubrieron el amor de Aquel que tiene en sus manos la llave de la vida, y a él se dedicaron. Su vida de santidad pudo o no ser reconocida, pero todas ellas hicieron lo que Jesús la noche del Jueves Santo, cuando quitándose el manto y poniéndose a lavar los pies a los discípulos, asumía un papel de servicio que, en el Israel de aquella época, no podían hacer ni los esclavos judíos, sólo las mujeres ¡Las últimas socialmente!
     ¿Qué mujer no quiere “querer como las locas”? ¡Yo sí! Pues en nuestros dos mil años de catolicismo tenemos miles de ejemplos? Con un pie en el estribo de la jubilación, como mujer, laica, creyente, católica practicante, a lo largo de estos años de conversión, de maduración en la fe, de ir descubriendo las “maravillas” que el Señor ha ido haciendo en mí, también he ido descubriendo muchas de esas grandes personas, santas, libres,admirables. He ido encontrando vidas de mujeres, "locamente" enamoradas de Jesucristo,cuyo corazón alcanzó temperaturas elevadísimas. Creo que vale la pena echar un vistazo a las vidas de esas mujeres y aprender con ellas a “a querer como las locas”, capacidad de amar de la mujer, que tan sabiamente sintentiza la copla de nuestro pueblo andaluz.

(1) BENEDICTO XVI. SANTA MISA EN LA CAPILLA SIXTINA Y ADMINISTRACIÓN  DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI  Fiesta del Bautismo del Señor Domingo 8 de enero de 200http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060108_battesimo.html



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