El 24 de
septiembre de 2015 los gobernantes del país, hoy por hoy, más
poderoso del mundo, los Estados Unidos, reunidos en su Capitolio de Washington,
escuchaban las palabras del Papa Francisco recordando a Abraham Lincoln, Martin Luther King Dorothy Day, y Thomas Merton, personajes
históricos estadounidenses que, dentro de sus limitaciones y ambigüedades
humanas, “apostaron, con trabajo, abnegación y hasta
con su propia sangre, por forjar un futuro mejor. Con su vida plasmaron valores
fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo”. Las vidas, los
sueños, las luchas de estos personajes aportan a las nuestras, a nuestros
conflictos actuales, una hermenéutica, una manera de ver y analizar la
realidad, unos comportamientos personales, cada uno en su momento histórico
concreto, pero que nos resultan válidos en nuestro presente para afrontar
nuestra propia realidad(1). Dos de los cuatro personajes, Lincoln y King, son
muy conocidos, el contemplativo católico Thomas Merton algo menos. Y ¿quién es esta
mujer, Dorothy Day, tan poco conocida en Europa y mucho menos en España? Porque
para que el Papa la ponga como referente ha debido ser una gran mujer.
Dorothy Day, siguiendo el discurso del papa, representa el sueño
norteamericano de la justicia social y los derechos de las personas, fue
fundadora del “Movimiento del trabajador católico”, su activismo social, su
pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el
evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos. En Internet se le encuentra
como “una periodista de Estados unidos, activista social, oblata benedictina, anarquista cristiana y de y miembro devota de la Iglesia
Católica. Será conocida gracias a sus campañas por la justicia social, en
defensa de los pobres”(2). Compendio de palabras que
en el catolicismo español, escindido en “tirios y troyanos”, más bien suenan
explosivas. A lo que se puede añadir que fue una mujer partidaria del amor libre y
que abortó por miedo a ser abandonada por su amante, pero se convirtió al
catolicismo y permitió a la sociedad de aquel entonces contagiarse del Evangelio
y los valores de la Iglesia y, así, ser ejemplo de santidad en medio de lo
cotidiano(3). Veamos quién es esta Dorothy Day.
Nace en 1897 en Brooklyn, entonces un municipio de
inmigrantes próximo a Nueva York, en el seno de una familia de religión
protestante en la que conoció la Biblia y el valor de la palabra de Dios. Su padre era periodista y escritor, pero sin éxito, y vivían
pobremente. En 1913, Dorothy recibe una beca para estudiar en la Universidad de
Illinois, pero la deja dos años después. En 1916 su familia se traslada a
Chicago y allí Dorothy descubre una realidad social miserable y conflictiva.
Poco después se convierte en una activista de los derechos de la mujer, el amor
libre y el control de la natalidad, ingresa en el Partido Socialista de
América y colabora en el diario socialista “Call” con artículos comprometidos sobre huelgas, manifestaciones y
denuncia de las intervenciones policiales, y con su participación en
manifestaciones(4). De la Revolución ruda de Octubre de 1917 esperaba, como
tantos otros, la fraternización de las masas y la sustitución de la clase
dominante en los EE UU. Trabajó como enfermera en un hospital, como redactora
judicial y modelo para estudiantes de Arte(5). Partidaria de los ideales
socialistas más que de los capitalistas, no apoyó ningún sistema de gobierno,
su preocupación era los trabajadores.
Partidaria
del amor libre vivió una serie de historias con
diferentes amantes, quedando embarazada de uno de ellos y abortando en
una época en que el aborto era ilegal en los EE UU. Buscando estabilidad
emocional se casa con Foster Butterman, pero se separa al año.Paulatinamente Dorothy va descubriendo
la Iglesia católica, a la que ve como la Iglesia de los emigrantes y de los
pobres, y se va entusiasmando con ella. En su profunda conversión al
catolicismo fue entendiendo las exigencias morales que implicaba. En 1926 se queda embarazada de nuevo, pero en esta ocasión decide tener el bebé como madre soltera. El padre de la niña
era ateo comprometido, no obstante, Dorothy decide bautizarla como católica y
hacerse ella católica, fue consciente que bautizarse implica la renuncia a
otras formas de vida y, con todo dolor de corazón, se separó del padre de la
niña.
En 1933 aparece en su vida Peter Maurin, un ex-campesino
francés, hermano de las
escuelas cristianas, que había deambulado por Canadá y los Estados Unidos y abrazado
la pobreza
franciscana como una vocación.
Una vida sencilla y célibe le permitió mucho tiempo para estudiar y orar obteniendo la visión de
un orden social inspirado en los valores básicos del evangelio. Peter
adoctrinó a Dorothy en estos principios que le inspiraron para la fundación de
un periódico, el Catholic Worker, que difundiría sus convicciones izquierdistas desde una nueva perspectiva religiosa.
Comenzó la publicación de El trabajador católico, con una primera
tirada de 3500 ejemplares
en mayo y, para diciembre, ya era de 100 000 ejemplares. Cuando llegó el
invierno la gente sin casa comenzó a llamar a la puerta de la sede del periódico. Se creó un centro de acogida
para los necesitados en Nueva York, extendiéndose después a otras ciudades del
país.
Dorothy
trataba de vivir los principios del Sermón de la Montaña, las Bienaventuranzas, los principios sociales de la Iglesia, pero constató que la práctica de los trabajos
de misericordia era
percibida socialmente como algo peligroso, porque les cerraron casas aduciendo
que acogía tanto a blancos como a negros.
La oposición a alimentar al hambriento y vestir al desnudo no solo era clara
sino que fue creciendo, pero Dorothy siguió trabajando en esa línea.
Ahora bien, Dorothy fue algo más que una activista, fue una mujer de gran
hondura espiritual. Como señala Robert Ellsberg(7), su vida espiritual se enraizó en la
Eucaristía, la oración
diaria y la lectura
de las Escrituras. Oblata
benedictina, desde 1955 reverenciaba los valores monásticos del trabajo,
la comunidad, la hospitalidad y la paz. Si se inspiró en el espíritu
franciscano al adoptar la pobreza voluntaria, también era una gran mística;
como Teresa de Ávila, fue una mujer apasionada, una mística práctica. Como Teresa de Calcuta, reconoció a
Cristo en el penoso disfraz de
los pobres, como Teresa de Lisieux, hacía énfasis en que los grandes
logros no son los más importantes a los ojos de Dios, sino hacer las cosas pequeñas con amor y con fe. Fue una mujer piadosa, de comunión diaria y de oración, devota de la Virgen Santísima.
Humilde, bondadosa,
dulce. La vida de los santos le emocionaba por su generosa entrega a los demás, pero se interrogaba sobre por qué no
habían intentado cambiar el orden social(8).
Pacifista por convicción, mantuvo su neutralidad, aun cuando no fue entendida por quienes la rodeaban, en los
conflictivos
momentos históricos
del siglo XX: la guerra civil española, la segunda guerra mundial, la guerra fría. En 1960 fue aclamada como “la gran dama del pacifismo”(9).
Murió
en 1980, tras una vida de pobreza voluntaria no dejó
dinero ni para su entierro, que fue pagado por la archidiócesis de Nueva York, su periódico sigue siendo editado, su
movimiento sigue minoritario pero muy vivo en los lugares más pobres de los Estados Unidos, estimado por católicos y gente de otras religiones. El Papa Juan Pablo II la
declaró Sierva de Dios en 1996 y, en marzo de 2000, autorizó a la Archidiócesis de Nueva York a iniciar el proceso para promover su canonización.
Estamos
ante una gran mujer que será declarada santa. ¿Qué hay –siguiendo las palabras
del papa Francisco– en la vida de esta mujer que sea útil a las mujeres de hoy
día para analizar nuestra realidad? ¿De qué nos puede servir la historia de
Dorothy Day? Partimos de la bella
síntesis que hizo el que fue Arzobispo de Nueva York, Cardenal
Jhon O´Connor: "la beatificación de Dorothy Day podría recordar a
muchas mujeres de hoy lo grande que es la misericordia de Dios, incluso cuando
somos capaces de cometer un acto cruel como el aborto de un hijo. Ella supo
bien lo que es estar al margen de la fe y lo que es después descubrir el camino
correcto y vivir en plena coherencia con la exigencia de la fe católica".
Dorothy
Day fue una chica inteligente, despierta, educada en un ambiente creyente,
conoce muy temprano la Palabra de Dios, más adelante lee mucho, pasa por la
Universidad, se imbuye de las ideas de la época: los derechos de la mujer, el
amor libre, el anarquismo. Ni más ni menos que como cualquier joven del siglo
XX y de hoy. Y como muchas, acaba embarazada y aborta, conoce la inestabilidad
emocional. Trabaja en muchos y diversos trabajos, como hoy, pero, sobre todo,
le impacta la situación de explotación de los trabajadores y de las clases empobrecidas,
en las que encuentra una Iglesia Católica que le atrae porque ve que está junto
a los que sufren. En esto sí es cierto que el panorama es diferente. En Europa
y en España la imagen histórica de la Iglesia ha ido acompañada de una mayor
vinculación a los ricos y poderosos, imagen distorsionada, pero lamentablemente
todavía vigente. Y Dorothy, en los pobres, encuentra el rostro de Cristo. Es
digna de mención la gran coherencia personal de Dorothy, no separa su fe de su
vida. Inicialmente, partidaria del amor libre y del control de la natalidad,
entiende la incoherencia que eso supone con las exigencias de la moral
católica. Cuando se queda embarazada de nuevo no solo decide tener al bebé,
sino que asume el bautismo de su hija y el suyo propio con todas sus
consecuencias: un cambio radical de vida. Su vida anterior no era compatible
con la fe y la experiencia de la misericordia que experimentaba de un Dios que
la amaba y la acogía.
En su devota vida de oración y comunión diaria fue
experimentando que el amor de Jesucristo llenaba toda su vida y el fuego de ese
amor mantuvo vivo todo su compromiso hacia los demás, su actividad nunca se
apagó, fue una mujer dulce, bondadosa, humilde. Amó a los santos y de su vida
aprendió mucho, aprendizaje que puso en práctica en su compromiso con el mundo.
Mujer apasionada, amó como las santas, apasionadamente.
En
nuestro aquí y ahora creo que esta gran mujer también nos puede ayudar a
revisar nuestros desfasados conceptos de lo que puede ser una mujer católica
que, desde la fe, defiende a los pobres y marginados. No se trata de una
“comunista” en el sentido estricto que aquí se tiene, se trata de una mujer que
sigue la doctrina social católica, la de la Iglesia de Roma, tan claramente
expuesta en las múltiples encíclicas del Magisterio Pontificio. Como tampoco
una mística, una mujer devota de la Iglesia Católica, de misa y comunión
frecuente es una “facha”. Eso sí, la fe católica exige una radicalidad de vida,
una austeridad moral, que pasa por la defensa de la vida en todas sus
manifestaciones desde la concepción hasta la muerte. No al aborto, no a la
eutanasia, no a tantas muertes por accidente laboral.
1 Discurso del papa Francisco al Congreso de los
Estados Unidos en el Capitolio. Washington, 25 de septiembre de 2015, https://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-francisco-da-discurso-al-congreso-de-estados-unidos-en-el-capitolio-86152/.
3. ttps://www.aciprensa.com/vejemplares/dorothy.htm.
4. Alberto Royo Mejía. Santos por las calles de Nueva York (IV): Donde abundó
el pecado sobreabundó la gracia. http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1003201208-santos-por-las-calles-de-nuev#more7315.
5. https://es.wikipedia.org/wiki/Dorothy_Day.
7. Robert Ellsberg, escritor y editor en libros Orbis,
se inició en el mundo editorial (y encontraron la fe católica) y trabajó en la
casa del Trabajador Católico, donde conoció a Dorothy Day en sus últimos
años y le impactó fuertemente y acabó convirtiéndose al catolicismo. Editor de
la obra de Dorothy Day. http://aleteia.org/2013/09/19 /dorothy-days-editor-an-interview-with-robert-ellsberg/.
9. Alberto Royo Mejía. Santos por las calles de Nueva York