domingo, 3 de diciembre de 2017

GERTRAUD VON BULLION: “Serviam”, una respuesta de amor

       Gertraud von Bullion fue una aristócrata alemana que tuvo como ideal de vida el lema “serviam” (quiero servir). Durante la Primera Guerra Mundial encontró un movimiento de renovación moral y espiritual del mundo que le fascinó: Schoenstatt. Sin embargo, al igual que en otros de los incipientes movimiento de laicos católicos, no había mujeres. Pese a todo, ella estaba convencida de que allí debería haber mujeres y ella sería una de ellas. Y Gertraud von Bullion, guiada por una santa libertad de espíritu, lo consiguió. 
 
1891-1914. Familia y educación.
 
       Gertraud nace el 11 de septiembre de 1891 en Würzburg, fue la cuarta de los seis hijos de una familia de la nobleza alemana. En 1897 su familia se traslada a Augsburg. Su padre, el conde von Bullion, no era practicante pero consideraba importante que sus hijas recibieses una buena educación antes de casarse y las envió a colegios católicos. En Augsburg asiste a la escuela local de las Hermanas de Mary Ward1, pasando por diversos internados europeoas hasta completar su educación secundaria. En el colegio de Leamington (Inglaterra) ingresó como miembro de la Congregación Mariana de su parroquia, eligiendo como lema para su consagración "Serviam” (quiero servir),, palabra que grabaría en su medalla como el ideal pesonal que Dios mismo le había inspirado, haciendo del “servir como instrumento” su programa de vida.
       
A pesar de que nadie en su familia practicaba el catolicismo, Gertraud fue muy receptiva en materia religiosa y creció con inquietudes nada normales en su círculo social. Como perteneciente a la nobleza recibió una profunda formación conforme a su clase, pero no le llevó a sentirse mejor que los demás, sino mas bien convertirse en la última responsable por el bienestar de todos sus semejantes. La emergente cuestión social incidía en un significtivo cambio en la Iglesia del momento, e infuyó en muchos católicos. Así, en 1909, de regreso en Alemania, Gertraud se unió a la Congregación de San Sebastián, en Augsburgo, congregación que incluía a chicas jóvenes en su mayoría de clase media, trabajadoras de fábricas y en el servicio doméstico, algo que para los nobles era impensable.

       Introducida en sociedad asiste a conciertos y al teatro, le gustaba el baile y jugaba el tenis, sin por ello dejar su vida espiritual ya que asistía a misa y comulgaba. No aceptó el matrimonio que su padre le proponía y expresó su deseo de ser misionera. Gertraud von Bullion es una mujer decidida, segura de sí misma, su firme determinación respondía a un búsqueda inquieta del sentido de su vida. Tenía un fuerte carácter en el que el orgullo y la ambición eran aspectos fundamentales, pero Gertraud a través de la autoeducación los fue orientado hacia una meta elevadísima, la de servir a todos con amor. 
       ¿Pero, cómo podía concretar sus anhelos? Era una mujer de talento, con dotes artísticas, un cálido corazón y seguridad en sus decisiones. En diversass ocasiones había expresado su deseo de ser misionera, enfermera titulada o recibir una educación músical. Los planes soñados no pudieron ser realizados, una salud débil, su situación familiar y unas circunstancias históricas de guerra la llevaron a tomar otros caminos. Cuando conoció Schoenstatt volcó en él su anhelo de servicio y a él dedicaría toda su vida.

1914-1919. Trabaja como enfermera de la Cruz Roja en hospitales de campaña.

       Gertraud amaba a su patria y cuando estalló en 1914 la Primera Guerra Mundial se alistó voluntariamente a la Cruz Roja, donde aprendió enfermería y pudo trabajar en hospitales del frente occidental. En septiembre de 1915 fue destinada a un hospital militar en Cambrai (Francia), después anduvo por las localidades belgas de Mons y Hasselt. En los hospitales de guerra se enfrenta con el sufrimiento físico, psicológico y espiritual de las personas, y durante cuatro largos años se dedicó al cuidado de los heridos y moribundos. Los informes hablan de cómo ella se ocupaba de los soldados en la guerra aliviando no solo su sufrimiento físico sino, sobre todo, el espiritual. Creó una buena atmósfera en su entorno, se enfrentó con coraje incluso a los mismos oficiales y pronto fue llamada “la gran potencia católica”. Se había convertido en un símbolo del catolicismo para enfermeras y soldados, cumplía fielmente sus obligaciones de enfermera y sus deberes de apostolado, con sacrificio y entrega maternal, con devoción y cuidado supo conquistar los corazones. El cansancio no parecía hacer mella en ella a la hora de ayudar a sus soldados heridos y ganárselos para que recibiesen los sacramentos. 
 
       En noviembre de 1918 el hospital militar fue cerrado, Gertraud con 27 años y una precaria salud volvió a la casa familiar. Su madre había muerto durante la guerra y su padre estaba muy enfermo, Gertraud se quedó haciéndole compañía y cuidando de él. Vuelve a caer enferma de los pulmones, lo que le impedirá ingresar en ninguna comunidad religiosa.

1917-1920 Gertraud von Bullion y el Movimiento Femenino de Schoenstatt.

        En 1917 Gertraud ejercía como enfermera de la Cruz Roja en un lazareto de Mons, y conoció a Franz Salzhuber, un oficial médico y estudiante de los Pallotinos, miembro de la Congregación Mariana de Schoenstatt, del cual recibiría las primeras referencias del padre José Kentenich y de la Alianza de Amor con la Mater Ter Admirabilis en el Santuario de Schoenstatt. Las charlas con Franz Salzhube fueron sencillas pero de gran trascendencia para Gertraud, además mantenía contacto con otros soldados vinculados al joven Movimiento de Schoenstatt, cuyo objetivo era la “renovación religioso-moral del mundo”, ella no solo se entusiasmó con las ideas y propuestas de vida de Schoenstatt, sino que le impactaron profundamente.  

Padre José Kentenick
Después de los disturbios de la guerra y severas desgracias familiares, ella inició la búsqueda del sentido de su vida, y un lugar que le regalase no solo estabilidad y seguridad en la fe, sino también profundidad. Gertraud había descubierto Schoenstatt y se puso en camino hacia él y hacia Padre Kentenich, algo que tuvo que hacer con mucha perseverancia y paciencia pues por aquel entonces no había lugar para las mujeres en Schoenstatt. En 1917 a Kentenich le habían preguntado por qué algo tan hermoso como la piedad que se estaba viviendo en Schoenstatt se reservaba solo para los varones. Él no había pensado en ello, pero tuvo que hacerlo. No había razón aparente para negarlo, pues las mujeres habían estado cerca de la vida y misterio de Jesus2. Estando todavía en Mons, en 1917 Gertraud había entrado en contacto epistolar con Kentenich, pero él derivó a Gertraud hacia un experimentado acompañante espiritual, el padre Kolb, superior de los pallotinos, pues Kentenich que contaba a la sazon 33 años, siguiendo la tradicion ascética de la época, no tenía intención de iniciar la pastoral femenina hasta cumplir 35 años.

       Gertraud tuvo conocimiento de la Fundación de la Federación Apostólica de Schoesntatt, en Horde, el 20 de Agosto de 1919, pero como las mujeres no podían formar parte de la Federación, se le recomendó unirse a la Liga Apostólica. Ella y su prima, Marie Christmann, formaron oficialmente un grupo de la Liga, pero se impusieron voluntariamente el cumplir con los requisitos propios que exigía la Federación. En octubre de 1920, Kentenich invita a Gertraud y a su prima Marie a unirse a la Federación Apostólica, y el 8 de Diciembre de ese año, ambas eran admitida en la comunidad de Schoenstatt al sellar la “Alianza”de amor con la Mater, una consagración especial que padre Kentenich pensó adecuada para las mujeres. Esa fecha se convertiría en el acto de fundación de la Unión Apostólica Femenina, o Federación de Mujeres y daba comienzo al "Movimiento Femenino", como lo llamó el Padre Kentenich. A partir de entonces Gertraud y Marie se dedicaron por completo a la construcción de este Movimiento Femenino de Schoenstatt, Gertraud hizo de ello el trabajo de su vida, quería alentar a las mujeres a participar activamente en la misión de formar al mundo en el Espíritu de Cristo.

Santuario de Schoenstatt
       En enero de 1921 la tuberculosis estaba nítidametn diagnosticada, Gertraud estuvo ingresada en el santorio en Bad Lippspringe de mayo a octubre. Durante su estancia en él tendría lugar la primera jornada de mujeres de Schoesntatt, en agosto de 1921, a ella acudieron 35 interesadas y el padre Kentenich impartió las charlas, Gertraud, que para entonces ya era una dirigente reconocida, formuló la oración de consagración para todas las integrantes en la que pedía a la Madre, Señora y Reina Tres veces Admirable que bendijese los inicios del Movimiento Apostólico Femenino para que tan débil plantita crezciese y prosperase en fidelidad a Ella, para gloria de su divino Hijo.

1922-1930 En la entera disposición de Jesús y María.

        El 16 de Abril de 1925, la Federación contaba con 20 mujeres, los primeros miembros femeninos de Schoenstatt, las cuales hicieron su consagración perpetua a la Madre Tres Veces Admirable entregándose como esposas puras y virginales de Cristo. El mismo padre José Kentenich vino a bendecir las primicias de las columnas femeninas.

       Gertraud había puesto en juego todas su fuerzas en el desarrollo de la Federación y Liga de Mujeres, pero paulatinamente su enfermedad le hizo ir abandonando sus actividades apostólicas externas y aceptar fielmente, como voluntad de Dios, su enfermedad y las renuncias que ésta implicaba. Movida por su ideal de vida descubrió el camino para transformar su enfermedad en una oportunidad de servir a otros y servir al Movimiento de Schoenstatt entregándose enteramente a disposición de Jesús y María, toda su vida fue un instrumento de María.Gertraud había abierto su alma a la irrupción de la gracia, pero las luchas y las dudas en la vocación, en la ejecución de su ideal de vida, no le faltaron y se preguntaba: ¿Quién no se asusta al enfrentarse a este ideal, que es como una cima muy empinada y alta, que parece llegar hasta el mismo cielo?”.

Mater Ter Admirabilis de Schoenstatt
       Con la enfermedad le tocó experimentar profunda soledad y tristeza, lo que le ayudaría a acrecentar su fortaleza al máximo. Los años siguientes fueron muy duros y no faltaron las crisis de fe pero a final Gertraud lo ponía todo en manos de la Mater y se ofrecía a la Mater y a su divino Hijo, y se entregaba a Ella y al Movimiento. Al final de su vida, debilitda por la enfermedad ofrece su silencio y su sufrimiento para el pleno florecimento de la Obra de Schoenstatt. En un momento de recaída de su enfermedad escribe:
Más allá de mis fuertes anhelos de recobrar la salud y la capacidad de trabajo, debo confesar con toda sinceridad que este período en que la Providencia quiso que estuviera enferma ha sido un tiempo bendecido y precioso. Por eso le pido a Dios que si me libera de este sacrificio me dé oportunidad de poder ofrecerle otro. Nuestra Madre necesita aportaciones al Capital de Gracias; Ella trabaja con su Capital, con él paga el precio de rescate..."
      
       En 1926 las primeras federadas fueron a vivir a Schoenstatt y se fundó la comunidad de Hermanas de María. Largos meses de guardar cama que duraron hasta 1927, en que Gertraud algo recuperada pudo participar en la bendición de la primera piedra de la Casa de ejercicios de Schoenstatt, el dia 9 de Junio, la cual fue inaugurada un año después, en agosto de 1928. A pesar del agravamiento de su enfermedad trabajó intensamente para construir las Hermanas de María. El 21 de abril 1929 se celebraba el Día de la Comunidad en Ulm, allí mismo Gertraud von Bullion ofrece sus vida para el florecimiento de la Federación de Mujeres de Schoenstatt, especialmente en su Baviera natal. La Pascua de 1929 fue su ultima estadía en el santuario pues en Mayo sufrió una grave neumonía que hizo necesario que, en Julio, Gertraud fuera internada en el hospital de Geislingen. El agravamiento de su enfermedad y el peligro de contagio a otras personas hace que permanezca retirada del resto, este aislamiento le hizo sufrir mucho. El 11 de octubre de 1929 hubo de ser trasladada al sanatorio de Isny, donde el 22 de Noviembre recibió la unción de los enfermos. La última cuesta de su vida comenzó al ser internada en el hospital y nunca más se podrá levantar. Ocho meses de fiebre, de adelgazar hasta los huesos, de aridez del alma, de agotamiento físico...¿Cuán seriamente ha tomado nuestra Madre el ofrecimiento que le hice? Pero no retiro ni una palabra de la consagración; puede decírselo a nuestra Madre en el Santuario”. “Que mi amor madure hacia la perfección, si, hacia la perfección en el sacrificio de la vida!”.
      Una breve mejoría y el 16 de abril del año siguiente renovó la consagración y el voto privado de virginidad. Los días siguientes fueron verdaderamente duros hasta el 10 de junio de 1930 en que entró en agonía para descansar en la paz de Cristo a las tres de la madrugada de día 11 de junio, miércoles de Pentecostés. Fue enterrada en el cementerio de Kempten, en la tumba de la familia de los Bullion. En 1993 se inició el proceso de beatificación.

       Padre José Kentenich dijo: Ella tuvo una misión, así como cada uno de nosotros tiene la suya...” .

Fuentes utilizadas:
Conociendo nuestra historia... Personalidades De Schoenstatt http://boletinschoenstatttucuman.blogspot.com.es/2008/11/personalidades-de-schoenstatt.html






Gertraud von Bullion (1891 - 1930) Alemania. La misión de la mujer dentro de Schoenstatt y en el mundo: "Quiero servir", en Héroes de Schoenstatt. Santuario de Schoenstatt. Cenáculo de la Inmaculada Madre del Redentor, Juana Díaz, Puerto Rico. http://santuarioschoenstattjd.blogspot.com.es/p/heroes-de-schoenstatt.html


Notas
1 Congregatio Jesu, Congregación de Jesús (CJ) o Instituto de la Bienaventurada Virgen María (IBVM), conocida en España como Madres Irlandesas o de Nuestra Señora de Loreto.
2 Gil de Muro, José kentenich. Historia de un hombre libre Fundador del Movimiento de Schoenstatt, Burgos 2009.pp103-104.

sábado, 1 de octubre de 2016

¿QUIEN FUE VICTORIA DÍEZ?

      Una sevillana nacida en 1903, hija de un escribiente y de una ama de casa. Sus padres, José Díez Moreno y Victoria Bustos de Molina, formaban una familia modesta y tradicional, en la que Victoria creció como una niña alegre, cariñosa, aplicada y una temprana conciencia de querer entregarse a Dios.

      Fue maestra, pero cuando en 1919, con quince años ingresó en la Escuela de Magisterio, no lo hizo por tener una nítida vocación por la enseñanza. Tal vez, como señala su biógrafa Carmen Fernández, lo hizo porque en aquella época una mujer, hija de clase media y trabajadora, no podía hacer mucho más y Victoria, que amaba profundamente a sus padres, no podía desilusionarlos. Fue maestra, pero no por vocación, su vocación venía de su gran amor, venía de Dios, quería ser misionera. La joven Victoria simultaneó los estudios en la escuela Normal de Magisterio con los de arte y dibujo en la Escuela de Bellas Artes de Sevilla. No por ello cambio su deseo de ir a misiones. En torno a 1922 o 1923, durante unos ejercicios espirituales para la Asociación para Estudiantes de Magisterio de las religiosas de María Reparadora, Victoria afianza la fuerte conciencia que tenía de entregarse a Dios por completo en una vida misionera. Los documentos pontificios del primer tercio del siglo XX animaban a las misiones y ella, junto a otras amigas, estaban pendientes de sus contenidos y anhelaban una vida misionera1. Todavía en aquella época era difícil entender la santificación personal en la realización del trabajo cotidiano, en descubrir la entrega a Dios en los sencillo, lo pequeño, lo cotidiano. No obstante, pronto encontraría algo que iría dando sentido a su vida de maestra y a saber compaginar la vida y la fe.

      En aquel primer tercio del siglo XX había una corriente de pensamiento que contraponía la fe y la modernidad. De cara a las mujeres aquello se traducía en mantener alejadas a las mujeres del cultivo de la ciencia por el miedo a que pudiesen abandonar su piedad. Pero también había personas que no sólo no estaban de acuerdo con esta situación, sino que se enfrentaría abiertamente a ella, una de ellas fue Pedro Poveda. En palabras de Juan Pablo II, el fundador de la Institución Teresiana ofrecería una dimensión apostólica centrada en “promover la presencia evangelizadora de los cristianos en el mundo, principalmente desde el campo de la enseñanza y de la cultura, con un espíritu de profundo sentido eclesial, de fidelidad sin reserva y de generosa entrega”2

      El 25 de abril de 1926 Victoria asiste a la conferencia que imparte la directora de la Institución Teresiana en Sevilla María Josefa Grosso, descubriendo las innovaciones pedagógicas que aplicaría una vez ganada la plaza de maestra. La propuesta de Pedro Poveda, basada en la fuerza transformadora del creyente desde el ejercicio de su profesión, en la que se aúnan la fe y la vida, encaja en todos sus anhelos. Victoria, que había aceptado ser maestra por obediencia, descubre el camino de su misión, no tenía que oponerse a la voluntad de sus padres, todo se conciliaba en el proyecto que Dios tenía para ella. Dió cumplida respuesta a la exigencia del padre Poveda con una sólida preparación como maestra, a la que se añadía un intensa vida de oración, el amor como centro de toda pedagogía y una entrega total, que implicaba el abandono de toda ambición personal3.

      Victoria se incorpora a la Institución Teresiana y permanece en Sevilla preparando oposiciones y dando clases hasta 1927, fecha en la que obtiene plaza del Estado y es destinada a Cheles (Badajoz), donde solo permanecería un curso, pues en junio de 1928 es destinada como maestra en Hornachuelos (Córdoba). En Cheles mejoró la escuela local, organizó la Biblioteca, luchó contra el absentismo escolar trabajando con grupos de niñas y chicas jóvenes del pueblo llevando sus métodos pedagógicos renovados. En Hornachuelos Victoria ya tiene clara conciencia de haber recibido una importante misión, se le había confiado un pueblo y ella se sintió responsable del mismo. Durante su vida de maestra puso en práctica los nuevos métodos pedagógicos con excursiones al campo, a Córdoba y a Sevilla, cantos y pintura, gimnasia rítmica, actividades con las alumnas, además de las tradicionales labores. Organizó cursos nocturnos para mujeres trabajadoras y una biblioteca para antiguas alumnas, ayudó a los necesitados y llegó a ser nombrada Presidenta del Consejo Local del Pueblo4. Durante los años de la República no mostró inclinación política alguna y colaboró con el Ayuntamiento, independientemente de la ideología de sus gobernantes, llegando a ser secretaria de la Junta de Enseñanza. Creó la catequesis infantil e impulsó la Acción Católica. Tras la decisión del Gobierno de la República Española de prohibir las clases de religión en los colegios públicos, continuó en la catequesis. Además ayudó a reconstruir la iglesia de Hornachuelos incendiada en los prolegómenos de la Guerra civil, consiguiendo que se abriese de nuevo. En los primeros días de la guerra volvió a ser saqueada5.

      Su labor como maestra, ciudadana, mujer era incuestionable, pero era católica y nítidamente comprometida con su fe. La violencia desatada la alcanzó tempranamente, pues, como señala el prestigioso historiador español Carlos Seco, el radicalismo anticlerical que se veía venir en 1931 derivó hacia una persecución sistemática del sentimiento religioso al ser destruidos o arrasados los templos, y millares de sacerdotes y profesos de ambos sexos sufrieron el martirio6. El 11 de agosto de 1936 fue detenida, al día siguiente emprendía una marcha sin retorno, fue conducida junto a 17 varones a las afueras del pueblo. En un juicio sumarísimo fue condenada y ejecutada. En los momentos previos a su muerte daría ejemplo de un temple recio, pues presenció la ejecución de cada uno de sus compañeros. Ya, en la marcha desde Hornachuelos, ella los había alentado con ánimo diciéndoles: “adelante, Cristo nos espera7
 
      Una mujer inteligente, creativa, estudiosa aparentemente tímida por obedecer a sus padres y estudiar Magisterio en vez de volar a sus soñadas misiones. Pero aquellos tiempo no son estos, la rebeldía frente a los padres no estaba en el aire. Victoria obedeció y allí, desde su puesto de humilde de maestra, encontraría el sentido de su vida, su misión. Victoria Díez fue una gran mujer.

      Una mujer consumida por el celo del amor divino que la llevaba a que su vida fuera un puro testimonio de la gloria de Dios. Caminó con el Señor y se dejó conducir por él y encontró la verdad, la vida verdadera, la felicidad, la plenitud del amor...fue una santa. Declarada “Beata” por Juan Pablo II quien dijo de ella que La alegría que transmitía a todos era fiel reflejo de aquella entrega incondicional a Jesús, que la llevó al testimonio supremo de ofrecer su vida por la salvación de muchos”8.

      ¿Que nos dice Victoria a los creyentes de hoy, especialmente a las mujeres? 
 
      Victoria, como tantos de nosotros, no tuvo claro el camino a seguir desde un principio. De joven quería ser misionera, quería entregar su vida a Dios, pero no meterse monja. Por obediencia familiar estudio magisterio y, poco a poco, desde la fe, fue descubriendo el sentido de su existencia. Juan Pablo II nos la muestra como un claro “ejemplo de apertura al Espíritu y de fecundidad apostólica. Supo santificarse en su trabajo como educadora en una comunidad rural, colaborando al mismo tiempo en las actividades parroquiales, particularmente en la catequesis”9
 
      Ella, con su trabajo y su vida, hizo honor a las palabras de Pedro Poveda, el fundador de la Institución Teresiana: “Si sois mujeres de fe, estimaréis como deber primordial el cumplimiento de vuestras obligaciones, y una de ellas, y sacratísima por cierto, es el estudio, el trabajo, el asiduo trabajo para capacitaros y ostentar dignamente un título, que si os da acceso a puestos sociales de importancia y honor, os obliga a adquirir el bagaje científico necesario para desempeñarlos dignamente, y para no engañar a la sociedad que si os otorga estos puestos es porque os supone preparadas para desempeñarlos”10.
       
     Victoria Díez fue una mujer libre, algo que tanto se valora hoy, pero no en el sentido de hacer lo que le diera la gana, sino que al someterse a Dios dejó que el Espíritu Santo fuese haciendo aflorar lo mejor, lo más hermoso y profundo que había en ella, liberándola de los paralizantes temores y apegos egoístas, propios del ser humano. Al caminar en Dios fue adquiriendo sentido de su libertad plena, amaba a Dios y nadie podía arrebatarle eso. Estuvo en prisión y sabía que iba a morir, pero ninguna fuerza humana podía arrebatarle a Dios11.

      Victoria Díez fue una testigo del XX y una maestra para el XXI12.


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1 Fernández Aguinaco, Carmen. Victoria Díez: Memoria de una maestra. Narcea Ediciones 1993, p. 17-21
2. Librería Editrice Vaticana (10 de octubre de 1993). Santa Messa per la Beatificazioni di tredici servi di Dio. Omelia di Giovanni Paolo II. Piazza San Pietro - Domenica, 10 ottobre 1993. Consultado 1 octubre 2016. http://w2.vatican.va/content/john-paul-ii/it/homilies/1993/documents/hf_jp-ii_hom_19931010_beatificazioni.html
3 Fernández Aguinaco, Carmen. Victoria Díez: Memoria de una maestra... p. 17-21
4 https://cordobapedia.wikanda.es/wiki/Victoria_Díez
5 https://es.wikipedia.org/wiki/Victoria_Díez_Bustos_de_Molina
6 Seco Serrano, Carlos.Nuestro tiempo”, en Introducción a la historia de España, 1963, pp. 965 y 1018.
7 Tras su ejecución, en agosto de 1936, permaneció en una mina hasta noviembre en que sus restos fueron trasladados al cementerio de Hornachuelos donde permanció cerca de treinta años hast que fueron traslados a una cripta en la residencia de la Institución Teresiana, en la Plaza de la Concha, cerca de la Catedral, en Córdoba.
8 Libreria Editrice Vaticana (10 de octubre de 1993). Santa Messa per la Beatificazioni di tredici-...
9 Libreria Editrice Vaticana (10 de octubre de 1993). Santa Messa per la Beatificazioni ...
10 Texto de una carta de Pedro Poveda en 1930, recogido en Fernández Aguinaco, Carmen. Victoria Díez: Memoria de una maestra..., y Flecha García, Consuelo. “Mujeres y ciencia en la propuesta de Pedro Poveda”, en Homenaje al Dr. Buenaventura Delgado Criado. Pedagogo e historiador. Universidad de Barcelona, 2009.
11 Cf. Philippe, Jacques. En la escuela del Espíritu Santo. Madrid, 2012, pp. 87-91.
12 Alonso Baquer, Mª Teresa; Castañeda Delgado, Paulino; Cociña, Manuel J., Testigos del siglo XX, maestros del XXI. XIII Simposio de Historia de la Iglesia en España y América, Academia de Historia Eclesiástica, Sevilla, 8 de abril de 2002, Publicaciones Obra Social y Cultural CajaSur, 2003, p. 13.

miércoles, 21 de octubre de 2015

DOROTHY DAY (1897-1980): de activista social a santa

     El 24 de septiembre de 2015 los gobernantes del país, hoy por hoy, más poderoso del mundo, los Estados Unidos, reunidos en su Capitolio de Washington, escuchaban las palabras del Papa Francisco recordando a Abraham Lincoln, Martin Luther King Dorothy Day, y Thomas Merton, personajes históricos estadounidenses que, dentro de sus limitaciones y ambigüedades humanas, “apostaron, con trabajo, abnegación y hasta con su propia sangre, por forjar un futuro mejor. Con su vida plasmaron valores fundantes que viven para siempre en el alma de todo el pueblo”. Las vidas, los sueños, las luchas de estos personajes aportan a las nuestras, a nuestros conflictos actuales, una hermenéutica, una manera de ver y analizar la realidad, unos comportamientos personales, cada uno en su momento histórico concreto, pero que nos resultan válidos en nuestro presente para afrontar nuestra propia realidad(1). Dos de los cuatro personajes, Lincoln y King, son muy conocidos, el contemplativo católico Thomas Merton algo menos. Y ¿quién es esta mujer, Dorothy Day, tan poco conocida en Europa y mucho menos en España? Porque para que el Papa la ponga como referente ha debido ser una gran mujer.

     Dorothy Day, siguiendo el discurso del papa, representa el sueño norteamericano de la justicia social y los derechos de las personas, fue fundadora del “Movimiento del trabajador católico”, su activismo social, su pasión por la justicia y la causa de los oprimidos estaban inspirados en el evangelio, en su fe y en el ejemplo de los santos. En Internet se le encuentra como “una periodista de Estados unidos, activista social, oblata benedictina, anarquista cristiana y de  y miembro devota de la Iglesia Católica. Será conocida gracias a sus campañas por la justicia social, en defensa de los pobres”(2). Compendio de palabras que en el catolicismo español, escindido en “tirios y troyanos”, más bien suenan explosivas. A lo que se puede añadir que fue una mujer partidaria del amor libre y que abortó por miedo a ser abandonada por su amante, pero se convirtió al catolicismo y permitió a la sociedad de aquel entonces contagiarse del Evangelio y los valores de la Iglesia y, así, ser ejemplo de santidad en medio de lo cotidiano(3). Veamos quién es esta Dorothy Day.

     Nace en 1897 en Brooklyn, entonces un municipio de inmigrantes próximo a Nueva York, en el seno de una familia de religión protestante en la que conoció la Biblia y el valor de la palabra de Dios. Su padre era periodista y escritor, pero sin éxito, y vivían pobremente. En 1913, Dorothy recibe una beca para estudiar en la Universidad de Illinois, pero la deja dos años después. En 1916 su familia se traslada a Chicago y allí Dorothy descubre una realidad social miserable y conflictiva. Poco después se convierte en una activista de los derechos de la mujer, el amor libre y el control de la natalidad, ingresa en el Partido Socialista de América y colabora en el diario socialista “Call” con artículos comprometidos sobre huelgas, manifestaciones y denuncia de las intervenciones policiales, y con su participación en manifestaciones(4). De la Revolución ruda de Octubre de 1917 esperaba, como tantos otros, la fraternización de las masas y la sustitución de la clase dominante en los EE UU. Trabajó como enfermera en un hospital, como redactora judicial y modelo para estudiantes de Arte(5). Partidaria de los ideales socialistas más que de los capitalistas, no apoyó ningún sistema de gobierno, su preocupación era los trabajadores.

   
Partidaria del amor libre vivió una serie de historias con diferentes amantes, quedando embarazada de uno de ellos y abortando en una época en que el aborto era ilegal en los EE UU. Buscando estabilidad emocional se casa con Foster Butterman, pero se separa al año.Paulatinamente Dorothy va descubriendo la Iglesia católica, a la que ve como la Iglesia de los emigrantes y de los pobres, y se va entusiasmando con ella. En su profunda conversión al catolicismo fue entendiendo las exigencias morales que implicaba. En 1926 se queda embarazada de nuevo, pero en esta ocasión decide tener el bebé como madre soltera. El padre de la niña era ateo comprometido, no obstante, Dorothy decide bautizarla como católica y hacerse ella católica, fue consciente que bautizarse implica la renuncia a otras formas de vida y, con todo dolor de corazón, se separó del padre de la niña.


     En 1933 aparece en su vida Peter Maurin, un ex-campesino francés, hermano de las escuelas cristianas, que había deambulado por Canadá y los Estados Unidos y abrazado la pobreza franciscana como una vocación. Una vida sencilla y célibe le permitió mucho tiempo para estudiar y orar obteniendo la visión de un orden social inspirado en los valores básicos del evangelio. Peter adoctrinó a Dorothy en estos principios que le inspiraron para la fundación de un periódico, el Catholic Worker, que difundiría sus convicciones izquierdistas desde una nueva perspectiva religiosa. Comenzó la publicación de El trabajador católico, con una primera tirada de 3500 ejemplares en mayo y, para diciembre, ya era de 100 000 ejemplares. Cuando llegó el invierno la gente sin casa comenzó a llamar a la puerta de la sede del periódico. Se creó un centro de acogida para los necesitados en Nueva York, extendiéndose después a otras ciudades del país.

     Dorothy trataba de vivir los principios del Sermón de la Montaña, las Bienaventuranzas, los principios sociales de la Iglesia, pero constató que la práctica de los trabajos de misericordia era percibida socialmente como algo peligroso, porque les cerraron casas aduciendo que acogía tanto a blancos como a negros. La oposición a alimentar al hambriento y vestir al desnudo no solo era clara sino que fue creciendo, pero Dorothy siguió trabajando en esa línea.

     Ahora bien, Dorothy fue algo más que una activista, fue una mujer de gran hondura espiritual. Como señala Robert Ellsberg(7), su vida espiritual se enraizó en la Eucaristía, la oración diaria y la lectura de las Escrituras. Oblata benedictina, desde 1955 reverenciaba los valores monásticos del trabajo, la comunidad, la hospitalidad y la paz. Si se inspiró en el espíritu franciscano al adoptar la pobreza voluntaria, también era una gran mística; como Teresa de Ávila, fue una mujer apasionada, una mística práctica. Como Teresa de Calcuta, reconoció a Cristo en el penoso disfraz de los pobres, como Teresa de Lisieux, hacía énfasis en que los grandes logros no son los más importantes a los ojos de Dios, sino hacer las cosas pequeñas con amor y con fe. Fue una mujer piadosa, de comunión diaria y de oración, devota de la Virgen Santísima. Humilde, bondadosa, dulce. La vida de los santos le emocionaba por su generosa entrega a los demás, pero se interrogaba sobre por qué no habían intentado cambiar el orden social(8).

     Pacifista por convicción, mantuvo su neutralidad, aun cuando no fue entendida por quienes la rodeaban, en los conflictivos momentos históricos del siglo XX: la guerra civil española, la segunda guerra mundial, la guerra fría. En 1960 fue aclamada como “la gran dama del pacifismo”(9).

    Murió en 1980, tras una vida de pobreza voluntaria no dejó dinero ni para su entierro, que fue pagado por la archidiócesis de Nueva York, su periódico sigue siendo editado, su movimiento sigue minoritario pero muy vivo en los lugares más pobres de los Estados Unidos, estimado por católicos y gente de otras religiones. El Papa Juan Pablo II la declaró Sierva de Dios en 1996 y, en marzo de 2000, autorizó a la Archidiócesis de Nueva York a iniciar el proceso para promover su canonización.

     Estamos ante una gran mujer que será declarada santa. ¿Qué hay –siguiendo las palabras del papa Francisco– en la vida de esta mujer que sea útil a las mujeres de hoy día para analizar nuestra realidad? ¿De qué nos puede servir la historia de Dorothy Day? Partimos de la bella síntesis que hizo el que fue Arzobispo de Nueva York, Cardenal Jhon O´Connor: "la beatificación de Dorothy Day podría recordar a muchas mujeres de hoy lo grande que es la misericordia de Dios, incluso cuando somos capaces de cometer un acto cruel como el aborto de un hijo. Ella supo bien lo que es estar al margen de la fe y lo que es después descubrir el camino correcto y vivir en plena coherencia con la exigencia de la fe católica".


     Dorothy Day fue una chica inteligente, despierta, educada en un ambiente creyente, conoce muy temprano la Palabra de Dios, más adelante lee mucho, pasa por la Universidad, se imbuye de las ideas de la época: los derechos de la mujer, el amor libre, el anarquismo. Ni más ni menos que como cualquier joven del siglo XX y de hoy. Y como muchas, acaba embarazada y aborta, conoce la inestabilidad emocional. Trabaja en muchos y diversos trabajos, como hoy, pero, sobre todo, le impacta la situación de explotación de los trabajadores y de las clases empobrecidas, en las que encuentra una Iglesia Católica que le atrae porque ve que está junto a los que sufren. En esto sí es cierto que el panorama es diferente. En Europa y en España la imagen histórica de la Iglesia ha ido acompañada de una mayor vinculación a los ricos y poderosos, imagen distorsionada, pero lamentablemente todavía vigente. Y Dorothy, en los pobres, encuentra el rostro de Cristo. Es digna de mención la gran coherencia personal de Dorothy, no separa su fe de su vida. Inicialmente, partidaria del amor libre y del control de la natalidad, entiende la incoherencia que eso supone con las exigencias de la moral católica. Cuando se queda embarazada de nuevo no solo decide tener al bebé, sino que asume el bautismo de su hija y el suyo propio con todas sus consecuencias: un cambio radical de vida. Su vida anterior no era compatible con la fe y la experiencia de la misericordia que experimentaba de un Dios que la amaba y la acogía. 
     En su devota vida de oración y comunión diaria fue experimentando que el amor de Jesucristo llenaba toda su vida y el fuego de ese amor mantuvo vivo todo su compromiso hacia los demás, su actividad nunca se apagó, fue una mujer dulce, bondadosa, humilde. Amó a los santos y de su vida aprendió mucho, aprendizaje que puso en práctica en su compromiso con el mundo. Mujer apasionada, amó como las santas, apasionadamente.

     En nuestro aquí y ahora creo que esta gran mujer también nos puede ayudar a revisar nuestros desfasados conceptos de lo que puede ser una mujer católica que, desde la fe, defiende a los pobres y marginados. No se trata de una “comunista” en el sentido estricto que aquí se tiene, se trata de una mujer que sigue la doctrina social católica, la de la Iglesia de Roma, tan claramente expuesta en las múltiples encíclicas del Magisterio Pontificio. Como tampoco una mística, una mujer devota de la Iglesia Católica, de misa y comunión frecuente es una “facha”. Eso sí, la fe católica exige una radicalidad de vida, una austeridad moral, que pasa por la defensa de la vida en todas sus manifestaciones desde la concepción hasta la muerte. No al aborto, no a la eutanasia, no a tantas muertes por accidente laboral.

1 Discurso del papa Francisco al Congreso de los Estados Unidos en el Capitolio. Washington, 25 de septiembre de 2015,  https://www.aciprensa.com/noticias/el-papa-francisco-da-discurso-al-congreso-de-estados-unidos-en-el-capitolio-86152/.
3. ttps://www.aciprensa.com/vejemplares/dorothy.htm.
4. Alberto Royo Mejía. Santos por las calles de Nueva York (IV): Donde abundó el pecado sobreabundó la gracia. http://infocatolica.com/blog/historiaiglesia.php/1003201208-santos-por-las-calles-de-nuev#more7315.
5. https://es.wikipedia.org/wiki/Dorothy_Day.
6. Alberto Royo Mejía. Santos por las calles de Nueva York ...
7. Robert Ellsberg, escritor y editor en libros Orbis, se inició en el mundo editorial (y encontraron la fe católica) y trabajó en la casa del Trabajador Católico, donde conoció a Dorothy Day en sus últimos años y le impactó fuertemente y acabó convirtiéndose al catolicismo. Editor de la obra de Dorothy Day. http://aleteia.org/2013/09/19/dorothy-days-editor-an-interview-with-robert-ellsberg/.
8. Alberto Royo Mejía. Santos por las calles de Nueva York ...
9. Alberto Royo Mejía. Santos por las calles de Nueva York