martes, 30 de junio de 2015

Mis hermanas las Santas

Colleen Carroll Campbell es una periodista católica norteamericana que ha escrito un libro, a modo de autobiografía espiritual, realmente interesante. La autora, a lo largo de su vida como estudiante, hija, profesional, esposa, madre..., se fue encontrando en una serie de situaciones que le plantearon dudas y opciones diversas, sobre las cuales no sabía qué decidir porque, pese a su fe, el mundo y la cultura la llenaban de confusión. Entre el feminismo radical laicista y la crítica antifeminista, la joven encuentra en seis grandes mujeres católicas -Teresa de Jesús, Teresa de Lisieux, Faustina Kowalska, Edith Stein, Teresa de Calcuta y María de Nazaret- seis grandes santas, una sólida inspiración para su vida. De ahí el precioso título: “Mis hermanas las santas”[1].

Colleen Carroll Campbell 
El libro no solo me ha gustado, sino que, como mujer católica me ha aportado reflexiones muy interesantes, es perfecto para cualquier edad, para cualquier mujer creyente que quiera compatibilizar lo sagrado y lo profano en una sociedad con poca paciencia para la sutileza y la complejidad. No obstante, lo considero especialmente valioso para el grupo de mujeres que entre los 18 y los cuarenta y algún años tienen que ir resolviendo los dilemas que les plantea vivir una juventud de fiesta en fiesta que deja cada vez mas maltrechos el cuerpo y el alma, que cuando los espejismos desaparecen queda un vacío cada vez mayor; que siente la confusión ante la frivolidad sexual, o cuando la llamada al insaciable éxito profesional colisiona con su deseo de amor y de tener una familia. Además, cuando la familia y el trabajo es una sobrecarga que tumba y cuando ya estás más o menos establecida profesionalmente hay que cuidar a los padres...Dudas e interrogantes, disyuntivas, encrucijadas con las que nos vamos encontrando en nuestro propio devenir y que es posible que, en más de un caso, haya desembocado o pueda desembocar en situaciones irreversibles y frustrantes.
Santa Teresa de Jesús
(1515-1582)
A ese grupo de mujeres pertenece la protagonista de esta autobiografía espiritual. Nacida en el seno de una familia católica de honda fe y hondas vivencia espirituales, no por eso dejará de deslumbrarse, al llegar a la Universidad, por un laicismo que la va alejando de su vida de fe. No obstante, tras una de esas noches locas de fiestas universitarias ella se pregunta: ¿Es esto vivir? ¿Nada más? ¿Qué pasa con esa sed que no pueden saciar los placeres materiales? En unas vacaciones de Navidad cae en sus manos el libro de la vida de Teresa de Jesús, en esta santa descubre que, con su mezcla de fe, feminidad y libertad, es el primer modelo que podía admirar y apropiarse para su vida, en Teresa de Jesús vio la clase de mujer en quien podría convertirse si se tomaba en serio a Dios.
Santa Teresita de Lisieux,(1873-1897)

Más adelante se encuentra con los problemas derivados del diagnóstico de Alzheimer de su padre. La protagonista describe lo mucho que le costó entrar en Historia de un alma de Santa Teresita de Lisieux -como nos ha pasado a tantas intelectuales-, pero ahora le va a servir para ir descubriendo la importancia de “hacerse pequeños ante Dios”. Desde la experiencia de la “Florecilla", va a ir descubriendo la purificación del alma de su padre y como había algo en él que se escapaba a los tentáculos de la enfermedad, algo sobre lo que el mal no tenía poder: La alegría de su alma y el ir haciéndose cada vez un niño más pequeño en brazos de su Padre. A partir de ahí, ella fue cambiando su concepto por lo débil de este mundo y empezó a ver a los enfermos, marginados, deficientes...de otro modo. Todo un capítulo para leerlo en una pastoral de enfermos en cualquier parroquia.

Santa Faustina Kowalska,(1905-1938)
Inicia su noviazgo con el hombre de sus sueños y hacen planes de boda, pero a ella le surge un trabajo extraordinario lejos de su ciudad, en la mismísima Casa Blanca ¿Que hacer? Lo acepta, tiene un brillante éxito profesional pero también hay algo en ella que está gritando realizarse como mujer. Qué decidir cuando, además, Dios no te responde en la oración. Desde santa Faustina Kowalska aprende a “confiar” en Dios.

Santa Edith Stein(1891-1942) 
Cuando decide ser madre resulta que le esperan largos años de infertilidad. Como fiel católica no está dispuesta a saltarse la doctrina de la Iglesia, pero las dudas están ahí, las tentaciones de concebir según los métodos científicos también. Descubrir que el deseo de maternidad biológica puede convertirse en un “ídolo” al que se sacrifica casi todo resulta doloroso, pero en su búsqueda descubre la belleza de la maternidad espiritual. En este proceso encuentra el soporte intelectual y espiritual de Edith Stein, un importante capítulo en el que analiza la condición femenina, su sed de infinito amor de Dios, sus valores y su fuerza, pero también sus desviaciones y los problemas que puede generar.

Santa Teresa de Calcuta
(1910-1997)

Entonces los problemas entran en la familia, la enfermedad es un momento en el que a los creyentes se le hace difícil la fe. En esta época en las que el hedonismo es el único objetivo, asumir el sentido redentor del sufrimiento es algo que se hace cuesta arriba. Y, sin embargo, es un tema central en la historia sagrada porque el mal no entraba en el proyecto original de Dios, sino que entra por el mal uso de nuestra libertad. Y entró el Alzheimer y la infertilidad y otras cosas, pero Dios no nos abandona en el sufrimiento, sino que nos acompaña. Pese a la fe, desde la enfermedad de su padre va a tener ocasión de pensar en un sufrimiento sin sentido, pero también en la misericordia de Dios. La fe no es garantía de que no vaya a haber duda, ni la ausencia de esa noche oscura del alma en la que parece que hay un vacío absoluto de Dios. Los santos también la sufrieron. En esta ocasión es en Teresa de Calcuta, una santa a la que consideraba inalcanzable, la que le va a hablar con una intensa fuerza sobre las tinieblas que sofocaban su alma cuando la terrible oscuridad parece decir que todo está muerto.
Madonna y Niño.
 Pompeo Bartoni

Cuando nos hablan de la cruz como realidad existencial tendemos a echarnos hacia atrás. Pero llega. También a nuestra protagonista cuando tras el calvario de la infertilidad le llega una difícil fecundidad y un difícil parto. Y aquí, esta muchacha que como tantos católicos nacidos después del Vaticano II vivieron una cierta ambigüedad respecto a la Virgen María, no solo va a encontrar en María su refugio sino que va a descubrir en ella un impresionante modelo de mujer y de madre. Una mujer contemplativa que medita en su corazón las alegrías y las penas, y una madre que nos ama con amor fiero y puro, pero que no busca poseer a nadie, es un amor sacrificial y liberador contrapunto del tenso perfeccionismo que se quiere imprimir hoy a la maternidad.

Desde aquella universitaria que se interrogaba sobre como llenar el vacío que sentía, asistimos al proceso de liberación de una mujer que sufre, que aprende, que cambia, que va a cantar las maravillas de la transformación que Dios obró en su vida presentándole a seis santas que le enseñaron el verdadero significado de la liberación.




[1] Colleen Carroll Campbell. Mis hermanas las santas.Una memoria espiritual. Ediciones Rialp, Madrid, 2015,229 p.

martes, 9 de junio de 2015

Grandes mujeres, grandes santas


La historia de la iglesia católica cuenta con un impresionante repertorio de grandes mujeres.  Mujeres que vivieron vida ejemplares, vidas de santidad, aunque no todas estén en los altares. Y sin embargo no todas son bien conocidas. Hasta no hace muchos años yo creía que la mayoría de las santas eran monjas. Craso error. Las hay de todos los tipos. Resulta sorprendente ir descubriendo, en esa tan denostada historia de la Iglesia Católica, en la que se recalcan más sus sombras que sus luces, la cantidad de mujeres cuya ejemplar vida fue reconocida, unas han sido elevada a los altares, otras están en proceso, y otras a la espera. Las vidas de unas y otras no sólo me resultan ejemplares, sino también fascinantes. Cierto que durante siglos ni la Iglesia, ni tampoco la sociedad permitieron muchas opciones de organizarse a las mujeres que no fuera dentro del claustro conventual o de la familia de sangre, pero aun así muchísimas mujeres supieron vivir sus circunstancias históricas y hacer todo aquello que el Espíritu Santo insufló en su mente, en su alma, en su corazón en todo su ser. Vivir la plenitud de amor en Jesucristo, volcando toda su capacidad de amar en el servicio a los demás, en la donación de si mismas. Y fueron transformando la historia a niveles que muy pocos conocen.
   Todas las vidas de los santos nos sirven de modelo en nuestra vida cristiana, pero yo quisiera centrarme en esas grandes mujeres que fueron las santas ¿Por qué? Porque me ha fascinado descubrir que hay muchísimas más santas de las que imaginaba, que no todas fueron monjas y buenísimas desde su infancia, sino solteras, casadas, viudas, incluso vivieron relaciones ilícitas, cultas e ignorantes, aristócratas y campesinas, pero todas ellas conocieron la misericordia de Dios, todas ellas vivieron el ardiente amor por Jesucristo, todas ellas ardieron en la hoguera del amor trinitario, todas desarrollaron una gran actividad en su tiempo, todas ellas me sirven como modelo de vida en este siglo XXI. Es más, creo que podría animar a tantas mujeres creyentes o no que pueden encontrarse enfermas, abandonadas, desanimadas o solas por cualquier razón. Además, muchas de esas grandes mujeres han contribuido de forma específica, aunque nadie reclame su contribución, al proceso de liberación de la mujer. Liberación que pasaba por formarse, por aprender a leer y a escribir. ¡Cuantas mujeres católicas pusieron sus bienes, sus carismas, su fortuna para crear centros de acogida y formación de mujeres jóvenes!¡Impresionante! Un verdadero elenco para que cualquier mujer católica pueda presumir de tener muchas heroínas de referencia en el proceso de liberación de la mujer. 
      Y como mujer ¿qué me llama la atención de esas vidas de mujeres santas? Pues que lograron lo que es el sueño de cualquier mujer -que no haya renegado de su condición- “vivir un sueño de amor eterno”. Un día que preparaba una catequesis sobre el sacramento del bautismo me sorprendió gratamente, una homilía del papa Benedicto XVI cuando decía que la vida eterna es la vida buena, la verdadera vida, la felicidad también en un futuro aún desconocido pero que comienza aquí en compañía de la familia de Dios, y es eterna, porque es comunión con Aquel que ha vencido la muerte, que tiene en sus manos las llaves de la vida, que es vida y da amor eterno más allá de la muerte. Y si podemos decir que una vida sin amor no es vida, podemos decir que esta compañía con Aquel que es vida realmente, responderá a nuestras expectativas, a nuestra esperanzas(1). Esas grandes mujeres descubrieron el amor de Aquel que tiene en sus manos la llave de la vida, y a él se dedicaron. Su vida de santidad pudo o no ser reconocida, pero todas ellas hicieron lo que Jesús la noche del Jueves Santo, cuando quitándose el manto y poniéndose a lavar los pies a los discípulos, asumía un papel de servicio que, en el Israel de aquella época, no podían hacer ni los esclavos judíos, sólo las mujeres ¡Las últimas socialmente!
     ¿Qué mujer no quiere “querer como las locas”? ¡Yo sí! Pues en nuestros dos mil años de catolicismo tenemos miles de ejemplos? Con un pie en el estribo de la jubilación, como mujer, laica, creyente, católica practicante, a lo largo de estos años de conversión, de maduración en la fe, de ir descubriendo las “maravillas” que el Señor ha ido haciendo en mí, también he ido descubriendo muchas de esas grandes personas, santas, libres,admirables. He ido encontrando vidas de mujeres, "locamente" enamoradas de Jesucristo,cuyo corazón alcanzó temperaturas elevadísimas. Creo que vale la pena echar un vistazo a las vidas de esas mujeres y aprender con ellas a “a querer como las locas”, capacidad de amar de la mujer, que tan sabiamente sintentiza la copla de nuestro pueblo andaluz.

(1) BENEDICTO XVI. SANTA MISA EN LA CAPILLA SIXTINA Y ADMINISTRACIÓN  DEL SACRAMENTO DEL BAUTISMO HOMILÍA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI  Fiesta del Bautismo del Señor Domingo 8 de enero de 200http://w2.vatican.va/content/benedict-xvi/es/homilies/2006/documents/hf_ben-xvi_hom_20060108_battesimo.html